sábado, 18 de septiembre de 2010

Sincretismo: el engaño de la mirada


El uso de imágenes en los rituales religiosos es una práctica común tanto en culturas occidentales como en las orientales como la Dahomey. Benjamin afirma que: “…en tiempos primitivos, gracias a la importancia que se daba a su valor de culto, la obra de arte se convirtió ante todo en un instrumento de magia que sólo más tarde se reconocería en cierto modo cuanto obra artística”. Esta observación de Benjamin nos ayuda pensar las artes caribeñas, en su mayoría manifestaciones producto de la mezcla de lo mágico con la vida cotidiana. A pesar de ello, en las culturas negras- a diferencia de las occidentales- la vista no es el sentido capaz de hacernos entrar en contacto con la realidad. En el vudú la resistencia ha transformado el sentido de las imágenes, donde lo que el ojo mira no es la realidad de lo que está representado. La función de icónica de las imágenes de santos no se establece en el vudú, sino que aquí al transitar un largo período de convivencia, pasarán a ser símbolos rituales, que con relación alguna al referente.

Las imágenes del vudú son símbolos de esta mágico religiosidad en tanto forman parte de las reglas establecidas por los practicantes. Según Pierce: “un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en signo si no hubiera interpretante. Tal es cualquier expresión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de que se comprende que tiene esa significación”. Por ello las imágenes de santos como representación de luas y metresas sólo tiene significado para los dominicanos y haitianos. Para un individuo ajeno a la cultura a la que se circunscribe el rito, las imágenes representan santos blancos católicos.

A pesar de que Benveniste afirma que en las artes no se pueden producir sistemas de signos, existe en las imágenes utilizadas en el ritual vudú una homología razonada[1], por tanto ha sido instaurado en base a similitudes que los esclavos encontraron entre Luas y santos católicos y cumple las características de dominio de validez, modo de operación, naturaleza y funcionamiento. Para ilustrar esta situación expongamos el caso de la imágen de San Miguel.

Esta iconografía cristiana representa a San Miguel, que dentro de esta tradición católica es valiente arcángel que luchó contra Satanás. Sin embargo para los vuduístas, esta imagen representa a Belié Belcán, uno de los luas más respetados de la Veintiuna División del panteón vudú dominicano. En los altares, esta imagen siempre está al lado de la imagen de Santa Ana, que representa a la metresa Ana Isa Pie. Aparentemente, la imagen de San Miguel provocaba en los esclavos el recuerdo de este lua valeroso e responsable según el relato fon.

La composición iconográfica de La Virgen es anterior al uso de la técnica del óleo. Como bien señala Berger es muestra del enorme poder de la Iglesia. Pero también fue instrumento importante en el adoctrinamiento social. Exponiendo un modelo de mujer sumisa y bondadosa. La siguiente imagen, siempre dispuesta en los altares, es la Virgen de la Altagracia, que en el vudú dominicano es la representación de Alailá.


La Virgen de la Altagracia es dentro del catolicismo la “patrona espiritual de los dominicanos”. Su santuario se encuentra ubicado en la ciudad de Higuey, hacia donde se dirigen enormes procesiones los días 20 y 21 de enero de cada año. Durante estos días, mientras dentro de la Basílica de Higuey se ofician misas, en el patio interior se tocan Palos[2] en honor a Alailá.

Por otro lado, las imágenes de santos actúan como sistema semiótico en tanto cumplen las características de dominio de validez –siempre se respeta el significado de cada imagen y su colocación en el altar corresponde a leyes establecidas por la religión-, naturaleza – las imágenes son iconografía de santos católicos- y tipo de funcionamiento-cada imagen representa un lua o metresa con funcionalidad distinta en el ritual.


[1] Para Benveniste la relación “homología de homología” se establece a partir de los nexos que se determinan entre dos sistemas diferentes. La homología dada a partir de las vinculaciones de los imágenes de santos y los luas serviría para el surgimiento de un sistema con significados semióticos distintos a las tradiciones originales.

[2] Los “palos” o “atabales” son tambores de origen bantú que son tocados en las ceremonias vudú. Según las comparaciones hechas por Bernarda Jorge entre las investigaciones de Rodríguez Demorizi y los relatos coloniales del Padre Labat (1742) pensamos que “los palos” están siendo tocados y bailados en la isla, probablemente antes del siglo XVIII. Hasta la actualidad los toques de los tambores e idiófonos están presentes en los rituales de vudú dominicano tales como: promesas, velatorios y fiestas de santos. Tradicionalmente el conjunto de instrumentos está compuesto por tres tambores: palo mayor, palo menor y alcahuete. Esta música se caracteriza por su poliritmia y polimetría; y sus canciones son de tipo responsorial, una voz cantante declara o enuncia y un coro responde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario